No existe una buena recomendación ni un buen protocolo, si no está basado en la evidencia científica actual.
Mala y engañosa ciencia, es juzgar por las apariencias.
¡Qué gran verdad! Esta sabia frase del refranero español es aplicable a situaciones de cada día de nuestra vida. Y en concreto, en el tema de los estudios científicos, muy oportuna.
Hoy en día, son muchos los que defienden argumentos, asegurando que estudios científicos corroboran sus palabras. Pero si asumimos que eso implica una verdad absoluta, sin analizar en profundidad los datos aportados, nuestra opinión puede ser manipulada por una información sesgada o de poca fiabilidad.
Cualquiera puede hacer un estudio. Tu mismo puedes hacer una encuesta entre tus vecinos, sobre su programa favorito de televisión durante la temporada de invierno, y luego resumir los resultados. Sin saberlo habrás realizado un Estudio descriptivo transversal observacional.
Lo que pretendo explicar, es que no todos los estudios tienen la misma calidad de evidencia científica.
En medicina, esto es especialmente importante. La guía para nuestras decisiones profesionales y nuestras recomendaciones, no debe ser nuestra opinión personal, sino la evidencia científica actual y de calidad. Por ello existe una clasificación de niveles de evidencia y grados de recomendación.
Fuente gráfico: Angel León Valenzuela, Facultativo Especialista en Medicina Física y Rehabilitación
Todo esto genera una situación parecida a cuando los políticos analizan una encuesta o algún tema concreto. Unos presentan unos datos o estudios, que les dan la razón. Y otros que opinan radicalmente distinto, presentan otros datos o estudios que también se la dan.
¿Cómo sabemos quien dice la verdad?
La verdad en ciencia, es un concepto demasiado volátil. Digamos que lo que hoy es cierto, mañana puede no serlo. Y lo que me recomiendan actualmente como si fuera un dogma de fé, puede que en unos años sea un consejo anticuado y totalmente desacertado.
No quiero transmitiros una visión que genere la sensación de que hoy no podemos fiarnos ni de nada ni de nadie. Cada día se abren más temas a estudio y somos más exigentes con la calidad de estos. En el campo de la salud ya no es aceptable a la hora de realizar protocolos de actuación, decisiones basadas en opiniones o experiencia personal.
Para tener claro qué información o recomendaciones seguir, hay que leer con detalle los datos que nos presentan, contrastarlos, y en resumen, tener criterio.
En el campo médico, la información puede ser demasiado técnica para nuestro entendimiento.
Para más seguridad:
- Debemos pedir siempre explicaciones detalladas
- Leer los consentimientos informados
- Consultar todas nuestras dudas
- Valorar la posibilidad de una segunda opinión
- Confiar en aquellos profesionales que tienen formación adecuada y conocimientos actualizados.
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